miércoles, 17 de octubre de 2012

La muerte no tiene quién le escriba



Han pasado días, semanas, meses, en los que cientos y cientos de familias mexicanas hemos sido agraviados por causas derivadas de la fallida guerra de Felipe Calderón.

Muertes, desapariciones, secuestros, violaciones, extorsión, desplazamiento,  por mencionar sólo algunos. Y la mayoría de los ciudadanos que no viven en zonas de alto riesgo, sólo nos  acompañan con su silencio, con su indiferencia, el norte sigue estando geográficamente lejano. Nuestro dolor NO es compartido.

Todos los días se cometen ejecuciones en el país, pero el pasado día 3 de octubre hubo una víctima “especial”, Eduardo Moreira Rodríguez, fue ejecutado en Ciudad Acuña Coahuila, una víctima con nombre y apellido para los medios de comunicación  que, entre otras cosas, vino a poner en entredicho algunos de los valores de la sociedad mexicana.

Me queda claro que el dolor de un padre por la pérdida de un hijo es el mismo, sin importar cuánto dinero tengas en el bolsillo. Me queda claro también que la justicia en este país sí tiene precio y que es aplicada totalmente a voluntad de la autoridad, razón por la cual no me sorprendería que este caso, por todos conocido, se “resolviera”, a diferencia de las víctimas anónimas.

Lo que no me queda claro, en lo absoluto, es la respuesta de la sociedad frente a estos eventos. Me parece que no nos estamos entendiendo entre nosotros, ni tampoco estamos siendo congruentes.

Por un lado los muertos SIN nombre parece que NO son suficientes como para salir a la calle a hacer un reclamo unánime para detener estas estrategias fallidas de guerra. Hay cientos de  familias enteras destrozadas por la muerte y desaparición de sus seres queridos, incluso muchos nunca volverán a ver ni sus cuerpos.

Y por otro lado, ejecutan a hombre joven, hijo de un político ampliamente conocido, con una reputación dudosa, como lo es Humberto Moreira e inmediatamente la sociedad se vuelca y se enreda - como en una turba enardecida- , festejando la muerte del joven, hablando visceralmente, exponiendo su resentimiento con tal saña, que el resultado de esto me parece totalmente desproporcionado e incongruente.

¿En dónde estaba esa turba enardecida agraviada exigiendo a gritos a Calderón los muertos de San Fernando? ¿Los muertos en Villas de Salvarcar? ¿Las balaceras constantes en Reynosa, Saltillo, Nuevo Laredo? Los daños colaterales. Y no sigo enumerando eventos porque la lista es demasiado larga.

Como resultado de estos comportamientos yo sí veo una sociedad con una doble y hasta triple moral. Tan divida y tan resentida que hasta la muerte nos separa.
Extraoficialmente: 88 mil 361  muertos y  5 mil 397 desaparecidos. Más los que se acumulen el día de hoy. Y contando.

¿Cuánto dolor  más necesitamos para que el reclamo sea unánime? ¿A los cuántos muertos nos indignamos en serio?

La libertad que se construye




No sé si a ustedes les pase, pero las noticias hoy en día fluyen con tal rapidez que apenas y nos dan tiempo de reflexionar sobre algún evento, pues tenemos varios temas encima sobre los que pensar.

Incluso me he llegado a cuestionar el buen uso de las redes sociales en cuanto a la cantidad y calidad de información que llega a nuestras manos diariamente.

Los que estamos acostumbrados a usar Twitter como medio de información, nos topamos con una gran cantidad de opiniones, debates y hasta peleas entre usuarios, por lo que tengo la sensación de que no alcanzamos a digerir todo de manera correcta.

Los medios tradicionales están entrando en una grave crisis antes las cascadas de información en tiempo real que fluyen a través de las redes.  El periodismo mismo está en entredicho al utilizar a usuarios de estas redes como fuentes fidedignas, dejando por un lado la confirmación de la información que se publica, por ejemplo.

¿Tiempos raros?

Y me parece que ya no hay vuelta atrás, el escenario cambió y no hay quien lo detenga. Tendremos que acostumbrarnos, todos, a esta nueva dinámica que marcan las redes y a la agenda informativa que éstas producen.

Ya es imposible no tomarlas en cuenta –para bien o para mal– existen y se han convertido en un punto clave en la vida política de México, tal como ha sucedido en otros países.

El reto que tenemos frente a nosotros es grande, porque ahora la información emana de la misma sociedad, ya no tenemos que esperar a que las televisoras o los grandes monopolios de periódicos informen, mientan, o distorsionen los hechos que ocurren a  lo largo y ancho de la República.

Nuestra responsabilidad como usuarios es clasificar y filtrar todo lo que leemos para que se convierta en una herramienta válida y confiable y nos sirva para construir nuestro destino como sociedad responsable e informada.

Tendremos que aprender a dejar por un lado los egos, los protagonismos, las pasiones partidistas que tanto dañan, para aprender a vivir en una sana convivencia, en donde las diferencias nutran, en lugar de dividir.

Dejar el insulto y sustituirlo por debates fundamentados en donde todos los lectores salgamos ganando. La libertad de expresión se construye, no se impone y eso es parte de nuestro trabajo como ciudadanos.

¿Ustedes qué piensan?